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domingo, 6 de septiembre de 2015

UN CUERPO EN LAS VÍAS (Parte 2)

Al no encontrar documentación y ver que la ropa no parecía la de un mendigo, se llamó a las hermanas Vista.

En ese momento llegó Armando Flores, un agente muy joven, pero con un defecto insoportable: era un machista de pies a cabeza y que, casualmente no se encontraba bajo las órdenes de una mujer, sino de DOS, por ese motivo estaba siempre de mal humor, pero aun así ere muy eficaz en su trabajo; ningún caso se le resistía por difícil que fuera, no paraba hasta resolverlo.

Cuando las detectives le ordenaron buscar la documentación que, posiblemente, el difunto había perdido. No protestó, cosa curiosa, dado que siempre protestaba con ella. Sonrió, asintió con la cabeza y obedeció.

Carlos Picadillio, el forense, empezó a limpiar el cuerpo para empezar la autopsia. Estaba limpiándole la cabeza y empezó a descender con el agua y de pronto se detuvo; el cadáver tenía algo que nadie había visto antes: en las muñecas de la víctima había sangre, pero precia que la hubieran puesto ahí. Después se fijó en el cuello, ya limpio, pero parecía que también habían estado las mismas marcas, al igual que en los tobillos y piernas. Sin ninguna duda, esas marcas serían la clave para resolver el caso; las fotografió y siguió limpiando el cuerpo.

Al poco rato recibió la llamada de Paula Vista, no habían encontrado ninguna documentación; por lo tanto, se tenían que recoger las muestras dentales y mandarlas al laboratorio para que las cotejaran con los registros dentales. A las pocas horas obtuvo respuesta, el cadáver correspondía a Juan Ramírez,  un hombre muy querido por todos, dado que ayudaba a todo el mundo.

Carlos llamó a las hermanas Vista y les dio la información. Ellas la transmitieron a sus compañeros y empezaron a investigar la gente que le conocía. Armando Flores fue a hablar con la viuda del señor Ramírez; le hizo el cuestionario y volvió con la información a comisaria. Nadie sabía que podía estar haciendo en las vías.

Minutos más tarde, Carlos Picadillio llamó por teléfono; tenía más información. Las señales el difunto tenía en el cuerpo habían sido hechas por alguien vivo, alguien que manipuló la sangre del cuerpo para ocultar algo a simple vista; pero no tuvo en cuenta la ciencia.
Las marcas habían sido causadas por ligaduras que le sujetaban a las vías y posteriormente quitadas, para así aparentar un suicidio, pero en realidad no se trataba de eso ni de un accidente, era un asesinato.
En la comisaría empezaron a buscar todos los papeles que contuvieran información sobre familiares, para poder encontrar el móvil del crimen, pero no encontraron nada.

Podría haber sido la viuda, pero no disponía de la fuerza suficiente para poder transportar el cuerpo hasta las vías y atarlo, tendría que haber sido alguien más, alguna otra persona…

Le preguntaron a Armando Flores si conocía algo sobre la familia del difunto, y contestó que sólo sabía lo que le había contado la viuda: se quería separar; era un buen motivo para querer acabar con él…

Siguieron investigando, y descubrieron que la mujer tenía un amante, pero desconocían la identidad del hombre misterioso. Decidieron vigilar la casa de la viuda, hasta que de pronto, dieron con el amante, era Armando Flores, el mismo Armando que colaboró con la investigación.

Le preguntaron qué hacía allí y él les contestó que había ido a ver a la viuda para darle las condolencias e intentar descubrir algo nuevo. Los agentes que le descubrieron no querían ni imaginarlo, pero era una actitud muy sospechosa y decidieron seguirle como posible sospechoso.

Le pusieron vigilancia constante, y al día siguiente,  le siguieron hasta el puente de un río, donde vieron que tiraba algo a las aguas y que, por suerte, había caído sobre una roca. Cuando recogieron lo lanzado lo detuvieron como sospechoso.

El elemento recogido eran las cuerdas que habían atado el cuerpo de la víctima a las vías, y que, hasta ese momento, estaban desaparecidas.

Como era el único y principal sospechoso, lo llevaron a comisaría para interrogarlo. Después de confesar el crimen, le preguntaron por qué lo había hecho, y él respondió: “estaba harto de recibir órdenes de mujeres, siempre, en casa, en la escuela, instituto, universidad, y ahora en el trabajo. Así podría matar dos pájaros de un tiro, la viuda y yo podríamos estar juntos sin necesidad de escondernos, y las detectives Vista fracasarían de una maldita vez”.


Tras el juicio le encerraron en prisión, pero al poco lo sacaron para internarlo en un hospital psiquiátrico; su machismo enfermizo lo había convertido en una persona obsesionada y realmente enferma.


FIN

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