Al no encontrar documentación y ver que la ropa no
parecía la de un mendigo, se llamó a las hermanas Vista.
En ese momento llegó Armando Flores, un agente muy
joven, pero con un defecto insoportable: era un machista de pies a cabeza y
que, casualmente no se encontraba bajo las órdenes de una mujer, sino de DOS,
por ese motivo estaba siempre de mal humor, pero aun así ere muy eficaz en su
trabajo; ningún caso se le resistía por difícil que fuera, no paraba hasta
resolverlo.
Cuando las detectives le ordenaron buscar la
documentación que, posiblemente, el difunto había perdido. No protestó, cosa
curiosa, dado que siempre protestaba con ella. Sonrió, asintió con la cabeza y
obedeció.
Carlos Picadillio, el forense, empezó a limpiar el
cuerpo para empezar la autopsia. Estaba limpiándole la cabeza y empezó a descender
con el agua y de pronto se detuvo; el cadáver tenía algo que nadie había visto
antes: en las muñecas de la víctima había sangre, pero precia que la hubieran
puesto ahí. Después se fijó en el cuello, ya limpio, pero parecía que también habían
estado las mismas marcas, al igual que en los tobillos y piernas. Sin ninguna
duda, esas marcas serían la clave para resolver el caso; las fotografió y
siguió limpiando el cuerpo.
Al poco rato recibió la llamada de Paula Vista, no
habían encontrado ninguna documentación; por lo tanto, se tenían que recoger las
muestras dentales y mandarlas al laboratorio para que las cotejaran con los
registros dentales. A las pocas horas obtuvo respuesta, el cadáver correspondía
a Juan Ramírez, un hombre muy querido
por todos, dado que ayudaba a todo el mundo.
Carlos llamó a las hermanas Vista y les dio la
información. Ellas la transmitieron a sus compañeros y empezaron a investigar
la gente que le conocía. Armando Flores fue a hablar con la viuda del señor Ramírez;
le hizo el cuestionario y volvió con la información a comisaria. Nadie sabía
que podía estar haciendo en las vías.
Minutos más tarde, Carlos Picadillio llamó por teléfono;
tenía más información. Las señales el difunto tenía en el cuerpo habían sido
hechas por alguien vivo, alguien que manipuló la sangre del cuerpo para ocultar
algo a simple vista; pero no tuvo en cuenta la ciencia.
Las marcas habían sido causadas por ligaduras que le
sujetaban a las vías y posteriormente quitadas, para así aparentar un suicidio,
pero en realidad no se trataba de eso ni de un accidente, era un asesinato.
En la comisaría empezaron a buscar todos los papeles
que contuvieran información sobre familiares, para poder encontrar el móvil del
crimen, pero no encontraron nada.
Podría haber sido la viuda, pero no disponía de la
fuerza suficiente para poder transportar el cuerpo hasta las vías y atarlo, tendría
que haber sido alguien más, alguna otra persona…
Le preguntaron a Armando Flores si conocía algo sobre
la familia del difunto, y contestó que sólo sabía lo que le había contado la
viuda: se quería separar; era un buen motivo para querer acabar con él…
Siguieron investigando, y descubrieron que la mujer
tenía un amante, pero desconocían la identidad del hombre misterioso.
Decidieron vigilar la casa de la viuda, hasta que de pronto, dieron con el
amante, era Armando Flores, el mismo Armando que colaboró con la investigación.
Le preguntaron qué hacía allí y él les contestó que había
ido a ver a la viuda para darle las condolencias e intentar descubrir algo
nuevo. Los agentes que le descubrieron no querían ni imaginarlo, pero era una
actitud muy sospechosa y decidieron seguirle como posible sospechoso.
Le pusieron vigilancia constante, y al día
siguiente, le siguieron hasta el puente
de un río, donde vieron que tiraba algo a las aguas y que, por suerte, había caído
sobre una roca. Cuando recogieron lo lanzado lo detuvieron como sospechoso.
El elemento recogido eran las cuerdas que habían atado
el cuerpo de la víctima a las vías, y que, hasta ese momento, estaban
desaparecidas.
Como era el único y principal sospechoso, lo llevaron a
comisaría para interrogarlo. Después de confesar el crimen, le preguntaron por
qué lo había hecho, y él respondió: “estaba harto de recibir órdenes de
mujeres, siempre, en casa, en la escuela, instituto, universidad, y ahora en el
trabajo. Así podría matar dos pájaros de un tiro, la viuda y yo podríamos estar
juntos sin necesidad de escondernos, y las detectives Vista fracasarían de una
maldita vez”.
Tras el juicio le encerraron en prisión, pero al poco
lo sacaron para internarlo en un hospital psiquiátrico; su machismo enfermizo
lo había convertido en una persona obsesionada y realmente enferma.
FIN