Ya lo tenía decidido, iba a emular al doctor de dicho libro,
pero no pensaba saquear tumbas con sus cadáveres descompuestos. Me duché, me
arreglé y salí de casa para buscar a aquéllas que se parecieran a mi amor, a mi
delicada flor.
Poco a poco fui encontrando quienes encajaban con mis
exigencias y las fue secuestrando y encerrando en la casa de veraneo que tenía
mi amada. De una aprovecharía la cabeza, de otra el cuerpo, de otra los brazos
y de la última las piernas; ya sólo me quedaba la cabeza.
Las mantenía vivas, no me interesaba matarlas nada más
secuestrarlas, los cuerpos se descompondrían, y sólo con cuerpos frescos ella
sería lo que un día fue.
Al final la encontré y la llevé con las demás, tuve suerte y
aquella noche tuvo lugar una fuerte tormenta. Esa misma noche las maté y
desmembré, quedándome sólo con lo que pensaba usar.
Ya lo tenía todo dispuesto, el puzzle de carne estaba
terminado y pronto mi amada estaría de vuelta. Empezaron a caer rayos en la
estructura que había montado cuando unas luces rojas y azules iluminaron el
paisaje, la policía había dado conmigo.
Me esposaron y desconectaron mi creación, la cual juraría
que funcionó, pues me pareció ver al cuerpo perfectamente idéntico al de mi
hermoso amor moverse.
Ahora espero aquí, en esta celda, a que el tiempo acabe
conmigo, pero la espera es inaguantable, el deseo de reencontrarme con ella es
mayor que el miedo a morir. Ya no quiero esperar más, la perpetua no es el
castigo que deseo, deseo la muerte, y esta noche la encontraré.
Cuando amaneció los guardias encontraron su cuerpo inerte en
la cama,
rodeado de un charco de sangre (se había cortado las venas con el borde
de la cama) y una nota sobre el pecho “espérame, amada mía, pronto contigo
me reuniré, nuestro amor será eterno y no nos separaremos nunca más”.
FIN
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