Los años habían pasado y Laura había perdido la ilusión en
todo lo que le rodeaba; trabajo, amigos, pareja, todo parecía huir de ella.
Llevaba un año en la misma empresa, una empresa que no la
valoraba y que hacía todo lo posible para que ella renunciara. Pero no, ella
resistía fuerte y segura; sabía que estaba haciendo bien su labor y que sólo
querían que se fuera para así poder contratar a la amiga de un conocido de…, lo
que pasa siempre. Esto le producía mucho estrés, cosa que a sus amigos no les
gustó y acabaron por darle la espalda. Pero la gota que colmó el vaso fue
cuando regresó a casa y encontró a su pareja con la única “amiga” que se había
quedado a su lado, y en ese preciso momento entendió por qué.
La suerte le había dado la espalda, y aunque había días en
los que lo único que deseaba era desaparecer, pronto cambiaba de parecer con la
idea de que en un futuro todo cambiaría para bien, que todo lo malo que le
estaba pasando desembocaría en cosas buenas.
Al final, el trato en el trabajo era insoportable, y gracias
a un anuncio de empleo que apareció en su buzón, decidió dejar la empresa que
tanto la había perjudicado y se mudó de ciudad.
La nueva ciudad parecía tener luz propia, era acogedora y
los vecinos muy agradables. Su primer día de trabajo fue sobre ruedas, allí la
valoraban. Pronto los compañeros la acogieron como si hubiera estado con ellos
desde el principio, y a los pocos meses de estar en aquella ciudad encontró a
alguien que realmente se preocupaba por ella y escuchaba embelesado sus
anécdotas y pequeñas quejas del trabajo, que la animaba cada vez que recordaba
su experiencia anterior con un “lo pasado, pasado está; piensa en el presente y
en tu futuro”.
Un día Laura llegó muy agotada a casa; el día anterior había
llovido muchísimo y todos los empleados habían estado achicando agua y salvando
documentos. Su pareja le esperaba en casa con la cena ya preparada y con un
“Hola princesa” que le hacía siempre sonreír. Su pareja se acercó a ella y la
abrazó, Laura se apoyó en su hombro y cerró los ojos.
De pronto, un fuerte
pitido le hizo abrirlos de nuevo, una fuerte luz la cegó. Cuando pudo enfocar
la vista vio que un camión se dirigía a ella, estaba en el coche, se había
quedado traspuesta. Laura dio un volantazo para esquivar el otro vehículo, sin
percatarse de que se encontraba en un puente. El coche cayó a las aguas
cristalinas del lago. Inmediatamente, todas las fuerzas de seguridad se
movilizaron para rescatarla, pero ya era demasiado tarde: Laura estaba muerta,
pero su rostro mostraba una pequeña sonrisa que demostraba paz. Al fin y al
cabo, aun siendo de una manera tan trágica, Laura había obtenido aquello que
anhelaba, LIBERTAD.
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